BITEXTUALES Transcreation Sobre periodistas asesinadas y otros actos de corrupción

Sobre periodistas asesinadas y otros actos de corrupción

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Este libro es producto de la ficción, excepto las partes que no lo son...

Memoria Periodística es mi segunda novela, aunque esta ha sido la primera en ser publicada (Editorial Abismos, 2018). La escribí en 2017, entre Ciudad Juárez y El Paso, cruce obligado de migrantes documentados e indocumentados. A veces, cruce; a veces tumba desértica, en especial para aquellas familias que murieron ahogadas cruzando un río o por algún golpe de calor cuando se internaron en las hirvientes arenas de la zona.

Memoria Periodística es un compendio de recuerdos  sobre mis aventuras como niño/adolescente, hijo de la posguerra civil salvadoreña, y como periodista. Sin embargo, puede ser leído desde tres vertientes: Desde la ficción, hablamos de una novela clásica de detectives. Con este recurso acudimos a la narración de la historia de una periodista que investiga el asesinato de un cantante de cumbias. El intérprete fue asesinado por el director musical del grupo al que pertenecían ambos. El motivo: Celos filiales. El director de la banda estaba enamorado de su hermana, que -al momento de los hechos- salía con el cantante. Empero, todos los interesados en las regalías, incluidos los familiares del difunto, están dispuestos a hacer lo que sea para que el muerto siga descansando en su tumba.

La segunda lectura nos acerca a la vera del apostolado informativo. Una que, en la mayoría de casos está lejos de ser el modelo glamoroso que nos venden las grandes cadenas televisivas, donde el animal periodístico representa al gremio bohemio, es un ser de pulcritud descomunal y belleza física e intelectual sobrehumana. Poco se habla de las condiciones laborales precarias en las que estamos autoesclavizados ni la falta de garantías personales que nos sobran durante el ejercicio de nuestra profesión. Para quienes nos movemos en este mundillo, no es de extrañeza la jornada laboral de doce horas, las vacaciones perdidas, las rupturas amorosas y las privaciones familiares por culpa de los compromisos laborales que todo nos exigen y que poco dan a cambio. Qué decir de las comidas a deshora, las horas perdidas en el camino hacia las coberturas, los insultos de la sociedad por ser los chismosos de turno, etc.

La tercera lectura que se puede hacer de esta novela es la falta de garantías personales que ofrece la profesión. Cualquier tema, por trivial que parezca, cuando es incómodo para quienes dominan el sistema, puede terminar en muerte. Tomemos el caso ficticio de Mariana Reyes, que podría ser perfectamente el de cualquier mujer periodista en el mundo. Podría ser incluso Miroslava Breach, en Juárez, a quien mataron en marzo de 2017, cuando llevaba a su hijo a la escuela.

Las autoridades mexicanas dijeron que la principal línea de investigación sobre la razón de este cobarde asesinato es su trabajo periodístico “de ahora y de antes”. Y es que, por desgracia, como queda escrito en mi texto, el solo hecho de ser mujer que reportea, expone a las compañeras a un mayor peligro ante la sociedad machista de la que somos parte por acción o por omisión.

Gustavo Cabullo habló sobre las coincidencias entre la protagonista de memoria periodística y Miroslava Breach, reportera mexicana, que fue asesinada a mediados de año por un sicario contratado por narcos. Breach se dedicó por muchos años a desenredar las conexiones del crimen organizado mexicano.

Memoria Periodística es un texto que ha sido escrito pensando en un país imaginario llamado Carolina que bien podría representar cualquier nación latinoamericana y del Caribe. Empero la base para este estructura social literaria ha sido tomada de lo que yo conozco como El Salvador, un país que, de acuerdo con organismos internacionales, ha ocupado el primer lugar en feminicidios en Latinoamérica en los últimos años. Esto, pese a que el mote, aunque por falta de méritos, sea de Ciudad Juárez, Chihuahua, México.

Como ironías de la vida, el libro salió de imprenta por las mismas fechas en que una periodista salvadoreña era asesinada por su compañero de vida. Para ese entonces, paradójicamente, y, desde 2009, según estadísticas de la base de datos conjunta del Instituto de Medicina Legal (IML), PNC y la Fiscalía General de la República  (FGR), anualmente se habían registrado más de 500 mujeres asesinadas, es decir dos mujeres mueren diariamente víctimas de la situación de subordinación, desigualdad y discriminación en relación a los hombres. Memoria Periodística fue publicada el 26 de abril de este año. Del 1 de enero hasta el 2 de mayo de 2018, 154 mujeres habían sido asesinadas; esto representa un aumento del 17% en comparación con el mismo periodo de tiempo del año 2017.  

También hay 39 homicidios registrados por la PNC en el primer trimestre del 2018, los cuales reflejan un aumento del 12.3% en comparación con el primer trimestre de 2017 (823 muertes).  Eso significa que cada día en El Salvador se registran 10.5 muertes violentas.

Por desgracia, estamos en un momento de depravación social e histórica en la que la realidad supera a la ficción. Es en esta coyuntura que hace falta tener al lado del pueblo una iglesia que camine como lo hizo Monseñor Óscar Arnulfo Romero con sus feligreses. Es momento de que Roma voltee hacia este pueblo famélico, con el que Monseñor conversaba tanto. Es momento de un dios creado a imagen y semejanza de su pueblo, no al revés.

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Como Martín Letona, he escrito para periódicos en Estados Unidos, México y El Salvador. Mis textos literarios han sido publicados en Colombia, México, Costa Rica, El Salvador, Estados Unidos y Francia. Soy periodista, traductor, podcaster y fundador de bitextuales.com.

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